“What we are looking for is what is looking.”
- St. Francis of Assisi
“Yo
creo que soy una científica frustrada” me dijo la improvisadora
Karen Langevin alguna vez. Y es cierto. Al menos lo de científica;
lo de frustrada, no sé. No huele a espíritu frustrado gestar un
proyecto artístico por alrededor de un año. Sobretodo un proyecto
de múltiples texturas que va sobre la idea de la percepción desde
su acepción más literal, a través del ver con los ojos, hasta sus
acepciones más filosóficas sobre percibir la vida, distinguir entre
una cosa y otra, categorizar ideas, objetos... y claro, personas.
Pero
en efecto, hay algo de Langevin que huele a científico. Hay un
cuidado (acaso una leve obsesión) por el detalle, por los precisos
componentes de algo, la estructura y el porqué de las cosas.
Esto
se refleja en su más reciente proyecto: Ojo al Detalle,
presentado en el Taller-Teatro Y No Había Luz durante el mes de
octubre con la colaboración de Sylvia Bofill (co-dirección) y María E. Martín (interpretando a La Voz que Habla), entre otros.
La
pieza es una serie de improvisaciones en movimiento y voz hechos por
Langevin con la intervenciones de un segundo personaje llamado La Voz
que Habla el cual sirve como guía de lo que está ocurriendo o por
ocurrir en escena.
Mari Martín como La Voz que Habla / foto: ©HCastro |
“Este
cuerpo tiene un nombre”
“Este
cuerpo tiene un nombre” proclamó en algún momento La Voz que
Habla sobre el cuerpo desnudo de Langevin. Es decir este cuerpo no es
pura fisionomía y anatomía funcional si bien estas disciplinas
están presentes en la pieza de Langevin. Se nota el conocimiento de
anatomía funcional, por ejemplo, en la precisión del movimiento.
También, a través de la cualidad de movimiento de Langevin y las
intervenciones de La Voz que Habla se le hace observar (con detalle)
al público distintas partes del cuerpo, sus articulaciones y se le
invita a observar sus posibilidades en movimiento a través de la
improvisación. Pero hay más: este cuerpo tiene un nombre, es decir
no es sólo un cuerpo biológico, es un cuerpo sumido en lenguaje, es
un cuerpo en sociedad, es un cuerpo intervenido.
Es
un cuerpo intervenido, por ejemplo, por normativas de género sobre
lo adecuado o no para una niña/mujer, y por las dinámicas
diaspóricas tan intrínsecas al ser puertorriqueño. Estos ejemplos
son casos específicos que Langevin plantea a través de
improvisaciones de carácter autobiográfico pero igual podrían ser
otros y el punto sería el mismo: este cuerpo que el público mira
tiene una historia, carga unas expectativas propias de la persona
mirada pero también de quienes miran. Con las diferentes secciones y
cambios en el uso del espacio escénico Langevin pone a prueba las
expectativas del público.
Lo
que es más, se pone a prueba el público casi literalmente en una
sección de Ojo al Detalle que funciona a poco como un
experimento social sobre cómo nos percibimos unos a los otros. Más
o menos a mitad de la presentación el personaje de La Voz que Habla
convida al público a pasar al escenario y acto seguido lo divide en
dos partes colocando una soga en el medio. Es aquí donde más se
hace evidente el espíritu científico de Langevin. La Voz que Habla
explica que se harán una serie de preguntas las cuales deben ser
contestadas con “Sí”, “No” o “No sé”. El truco está en
que el público hecho participante debe contestar no con palabras si
no desplazándose hacia distintas áreas del escenario. Un lado del
escenario es “Sí”, el otro es “No” y el área justo encima
de la soga demarca el “No sé”.
Lo
que sigue es un experimento hecho performance colectivo. Según se
van haciendo preguntas la gente se va moviendo en el espacio escénico
ahora cargado de significados específicos (“Sí”, “No”, “No
sé”) y contestando. Lo que es más, contestan con sus cuerpos. No
hay lenguaje detrás del cual esconderse. Hay que literalmente, y a
la vista de todos, ir definiendo donde uno está parado referente a
cada asunto. La cosa comienza de forma bastante inofensiva pero poco
a poco va cobrando intensidad y abordando espacios más íntimos y
potencialmente polémicos o tabúes: ¿haz cometido un acto de
crueldad? ¿crees que puede haber justificación para matar a
alguien? ¿te masturbas?
Risas,
ojos que no saben a donde mirar, movimientos nerviosos... surgen todo
tipo de respuestas no calculadas a través de los cuerpos que
colorean el paisaje por encima de los “Sí” y “No” de un lado
y otro de la soga. Y a todas estas La Voz que Habla nos sigue
recordando el mirar y mirar como miramos. El asunto parece casi una
forma de recolectar data para algún trabajo de ciencias sociales, lo
único que aquí no hay científico oficial que como autoridad
externa a los participantes determine que ocurrió y porqué. Por el
contrario se invita a los participantes mismos a hacer su propio
análisis y sacar sus propias construcciones.
Quizás es esto lo que después de todo hace de Langevin una científica frustrada, una cuasi científica, creer en el valor de la autodeterminación de cada individuo por encima de la sistematización de un proceso de búsqueda de conocimiento. Si bien en Ojo al Detalle se hace manifiesto un ímpetu de experimentación constante, con reglas que definen el marco de experimentación y escenarios con distintas variables para explorar un mismo tema (el ver, la mirada y la percepción), no se deja de invitar constantemente al público a activar su criterio propio y se le hace a éste un elemento clave en esta reflexión en movimiento sobre el mirar y mirarnos. Lo que resalta de Ojo al Detalle como proyecto es que en un momento histórico de alta polarización, logra integrar dos cosas aparentemente opuestas, arte y ciencia, a la vez.
*La
autora es investigadora y bailarina.
Tiene
una maestría en Análisis Cultural.
http://www.comunarte.com/about/
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