Hace poco menos de dos
años, el público puertorriqueño tuvo la oportunidad de presenciar
el espectáculo Huellas de María Julia Landa, para
entonces un tributo en vida que se le hiciera a nuestra queridísima
María Julia, mientras ella aún luchaba contra el cáncer. En esta
ocasión, Balleteatro Nacional de Puerto Rico, dirigido por José
Rodríguez, y la Liga Puertorriqueña contra el Cáncer presentaron
identico programa artístico -con algunas variaciones en el elenco-
más estrenaron una gama de sentimientos a raíz de la pérdida de
dos grandes figuras del mundo del ballet en Puerto Rico: las ex
bailarinas, profesoras, coreógrafas y ensayadoras, María Julia Landa y María Carrera, ambas, víctimas de la mortal enfermedad.
Sin embargo, siempre hay
más de una manera de acercarse a los sucesos que nos parecen
trágicos, como las repentinas jornadas a otros planos existenciales
de nuestras queridas Marías.
Tal vez le ocurrió a más
de un espectador... Es decir, esa indescifrable mezcla de melancolía,
admiración y belleza, que originó la mera contemplación de danzas
interpretadas por la compañía de BNPR, que fueron creadas o
bailadas en alguna ocasión por María Julia y, a su vez, tantas
veces ensayadas por el ojo meticuloso de María Carrera. Acaso los
bailarines se sintieron extraños al ensayar sus piezas y escuchar
-como si les hablara- la voz sonora de María Julia mientras montaban
Passionata, y ella, apasionada con la viveza de la música de
Bach y la alegría que provocan sus ritmos, los habrá impulsado, con
su sonrisa desprendida y sus ojos lozanos, a vivirse la danza. ¿Lo
hizo? ¿O fue María, detallista, impetuosa, la que “los corrigió”
una y otra vez hasta que por fin esgrimió un escueto “good”
(su evidente muestra de satisfacción)? Y mientras tanto, en ese
espacio silencioso e impertinente que tiene la memoria, no pudieron
menos que recordarlas y, de seguro, desear volverlas a ver.
Así, entre emociones
tropezándose entre sí, anécdotas, algunas risas y tal vez unas
cuantas lágrimas inoportunas, los bailarines volvieron a bailar el
resto de las coreografías de María Julia: Preciosa, con la
música inequívoca de Rafael Hernández, esta vez interpretada por
Lara Berríos y, como parejo, Ernesto Rentas (S) o Elmer Pérez (D);
Alturas (Tatiana Rodríguez alternando con Viviana Alí); la
energética Celtic Fire, comisionada por Fernando Bujones para el
Orlando Ballet, allá para el 2003, y realzada con el estupendo
vestuario diseñado por Sylvia Levy; y la pieza que nos sigue
conmoviendo, Entre Cuerdas Rotas, sobre la historia de lucha y
esperanza que protagonizó María Julia y, en un sentido, también lo
hizo María Carrera.
De manera que allí
“estuvieron” las dos Marías; la sonrisa y la voz musical de
aquella estupenda bailarina y coreógrafa, y el genio de la
extraordinaria maestra y ensayadora. En ambas habitó el amor
empedernido por la danza, un sentido de compromiso insobornable, y la
generosidad de los artistas. Hoy disfrutamos la huella inequívoca
que nos acaban de dejar y la invitación a emularlas. Por eso, ver a
Marena Pérez, con su estilo desenfadado y a la vez dulce mientras
bailaba Undine's Solo, de Stuart Sebastian, y que hace tantos
años atrás interpretara María Julia, fue como escuchar un buen
secreto, algo así como... “su legado vive”. Igualmente nos
sucedió al disfrutar el desafiante PasDe Deux de Coppélia
en los cuerpos de Laura Valentín y José Rodríguez. Laura, ataviada
con el mismo vestido blanco que usó María Julia al bailar este
clásico durante las Competencias de Varna y Jackson
luego de que María Carrera la adiestrara, mostró su técnica fuerte
y su interpretación apasionada (producto de las enseñanzas y la
inspiración de sus dos Marías), y volvió a provocar aplausos
cerrados y vítores entre la concurrencia. Allí dejó Laura el alma,
el agradecimiento desbordado, la pena de haberlas perdido en este
plano terrenal, y la emoción que no es posible vestir con palabras;
solamente con la danza que ella les regaló a sus dos Marías. ¡Para
ustedes, maestras!
Ha
sabiendas de la batalla que enfrentaba María Carrera ante un cáncer
que la debilitaba y una función en su honor que se cuajaba, estaba
pendiente de las últimas nuevas del evento. Pero la vida tiene sus
propios planes y la información pasó inadvertida hasta tenerla
próxima a la función. Ante los agites del día, el jueves 16 de
agosto logré llegar al Centro de Bellas Artes de Santurce con cámara en mano a la función
Unidos en CARRERA.
Si
bien el junte de las nueve compañías que rindieron honor a la
Maestra de maestros tuvo su presentación excelsa, el final de
las poco más de dos horas de presentación fue su momento climático.
Entendiendo que María Carrera estaba debilitada, su presencia en el
escenario me tomó por asalto. Ante la manada de aplausos y la
euforia de la Sala de Festivales, Carrera se disponía a hablar....
pese a lamentar no tener mi cámara de video, encontré al fondo de
mi bolso mi vieja grabadora. Su mensaje... uno de poder, de gran
poder.
En
Viaje al Ixtlán, Carlos Castañeda describe las lecciones del
shaman yaqui Don Juan en relación al momento de la partida
del plano terrenal. Según su escrito, el que vive como guerrero
adquiriendo poder personal, escoge su sitio de poder para que un día,
cuando su tiempo en la tierra haya terminado, vuele a él para bailar
las diferentes posturas de poder adquiridos durante su
desarrollo en este plano. Los movimientos de poder son adquiridos al
enfrentarse a poderosos adversarios. Si su poder es grandioso, su
danza será espectacular. Dice Don Juan a través de Castañeda que
la muerte no puede tocar al guerrero hasta que haya acabado su danza.
Sin
limitarse a una mera grabación proyectada sino permitiendo que los
aplausos sirvieran como acentos y entonaciones recordatorias, Carrera
demostró su espíritu impecable al danzar para nosotros su gran
postura de poder... nos mostró el camino de los seres de luz... el
dejar atrás las diferencias. Con un mensaje sencillo y bajo el lema “el arte de la danza es el arte de la generosidad...”,
nos guió a la profundidad de la vida misma... la senda del amor a
través de la inclusión. Enseñanza que aunque en conciencia
sabemos, nuestro mundo interior batalla ante decepciones y traiciones
sin entender que el mundo de la perfección no es de este plano y que
venimos precisamente a ser lo mejor que podamos ser a través de un
camino muy personal. La invitación de Carrera a abandonar las
posturas de oposición, aceptando las diferencias, nos expone a la
gran paradoja de la vida... mientras menos enfatizamos el YO, más
nos ofrece la vida; el gran secreto del dar y el abandonar las
posiciones individualistas para darnos en amor... el gran
mandamiento: ama a tu prójimo como a tí mismo... enseñanza que
permea en todas las creencias y religiones como paso esencial a
nuestro crecimiento. En lo que aparentó un sencillo mensaje de
unidad, Carrera enfrentó el egoísmo que permea en nuestras
conciencias apoyado ante los sistemas operativos de gobierno y
propuso trascender para crecer.... y crecer es el gran propósito de
la vida misma.
Veinte
días más tarde, María Carrera traspasó el umbral de lo cotidiano
para dirigirse hacia la inmensidad dejando atrás en un escenario
Santurcino una enseñanza de vida. Y aunque aludió a la gran virtud
técnica y pasión del bailarín puertorriqueño, la invitación a la
no-exclusión fue su gran aportación: revelarnos el adversario que
nos detiene en evolucionar el espíritu; el adversario que al
enfrentar, nos dará mayor poder personal. Revelo a través de estas
líneas que aunque su llamado fue para los suyos en el mundo de la
danza, el concepto deambuló por días en mi mente pues la inclusión
y el tratar a todos por igual es la gran batalla del ego... nos
encanta ser únicos y especiales...
Gracias
María por hacernos participe de tu gran danza de poder y mostrarnos
un adversario que vale la pena vencer... el ego.
En
cuanto a la función de la noche, la secuencia coreográfica tuvo su
comienzo con la sorpresa (ausente en el programa) de una de las
preferidas de Carrera... Giselle (extracto). Bailadas por
entradas separadas, el manejo técnico de Betina Ojeda, Carlos López
(Ballet Concierto) y Laura Valentín junto a José Rodríguez (Balleteatro Nacional) fue
exquisito ante la pureza de los movimientos.
De
las piezas presentadas en la noche, admito mi conmoción ante tres de
ellas por ser muy ligadas al tributo de la noche:
Con
música de Zbiniew Preisner, Révérence de Ballet Brío presentó un tributo literal donde Andrea Vega personifica a María
Carrera mientras que Judith Lugo, Carlos Madera y Sebastián
Villarini los estudiantes. La coreografía de Rodney Rivera cuenta
con una serie de gestos donde Vega destaca a Carrera cuando ejecutaba
como ballet mistress. La secuencia de movimientos sugieren el
adquirir mayores destrezas sin reaccionar a la presión en búsqueda
de nuestra propias virtudes y fortalezas.
Por
otro lado, con música en vivo (Lizbeth Román y Rafael
Torres-guitarra), Hincapié ofreció una propuesta de instrospección:maneras y formas de ver a María Carrera (Un “solo” filmico y un “cuarteto” vivo). Si el mundo de las causalidades
confabulan a nuestro favor para nuestra propia evolución.... esa
noche resaltó cuando Petra Bravo nos delinió en su montaje el mapa
de la lección que traería más adelante María Carrera en su
discurso final. Y es que utilizando la musicalización de uno de los
poemas más conocidos de Julia de Burgos, Bravo apela a nuestra
conciencia colectiva como pueblo para profundizar en la vida y obra
de Carrera. El poema Yo misma fui mi ruta pese a ser
un tratado de emancipación de preceptos y discordancias en relación
al rol de la mujer en la decáda de los 40, también es un poema
liberador que llama a reconocer nuestro propio poder redentor del
amor y asumir la postura de ser mejores seres humanos respetando las
diferencias y contradicciones independientemente de género.
(extracto)
A
cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba
mis espaldas el aleteo desesperado
de
los troncos viejos.
Pero
la rama estaba desprendida para siempre,
y
a cada nuevo azote la mirada mía
se
separaba más y más y más de los lejanos
horizontes
aprendidos:
y
mi rostro iba tomando la expresión que le venía de adentro...
La
modernización del texto cantado con entonaciones muy particulares,
añade a su enseñanza... en el rumbo de la cotidianidad nos
adueñamos de capacidades y comportamientos con los que trascendemos
nuestro entorno; aquello que nos limita. Paralelamente, el movimiento
coreográfico nos pasea por esa cotidianidad para desembocar en la
trascendencia de la conciencia a través de un filmico con imágenes
de colores polarizados donde el personaje principal termina
elevándose en vuelo junto a las palomas de la Plaza de Armas del
Viejo San Juan. Poco sospechabamos que más tarde Carrera anunciaría
su convocatoria a trascender nuestras propias limitaciones del ego (a
través de la aceptación e inclusión del prójimo). Bailarines:
Beatriz Irizarry, Marilys Pizarro, Ariel Ortiz y Carlos J. Torres.
El
trascender nuestras limitaciones conlleva la aceptación del cambio
con los adioses que trae la vida... separaciones y nuevos caminos.
Son estos caminos los que nos llevan a los encuentros que nos empujan
a crecer y transformarnos. En una coreografía de Gina Patterson,
CoDa21 exploró este tema en Changing Doors. La pieza
estrenada en el Teatro Yaguez durante la Semana Internacional del
Baile nos enfrenta con las interconnecciones que apelan a que todos
somos uno y que los prócesos de unos afectan al todo. El entrar a
nuevos caminos y espacios estan simbolizados en las puertas que
sirven de encuentro y transiciones. El no aferrarse al pasado para
amarrarse a la tristeza, movernos dejándonos llevar por el ritmo
mismo de la vida es el origen mismo del crecimiento. Si bien la
coreografía nos expone al próceso mismo de la vida, también se
presta a interpretar el crecimiento mismo del espíritu trascendiendo
a diferentes planos... tema que todos pensamos cuando seres queridos
pasan al umbral de lo desconocido.
Unidos
en Carrera nos dió la oportunidad de compartir con María la alegría
de una presentación de excelencia con las compañías que de una
forma u otra estuvieron ligadas a su quehacer. Detrás del escenario,
seguramente las anécdotas abundaron ante el compartir de los
bailarines y allegados con ella. Para los que observamos en las
butacas de aquel centro... su lección de vida superó cualquier
danza ejecutada aquella noche. Su partida dejó atrás un reto a la
comunidad de baile (el no excluir)... y en el reto, un vehículo para
viajar a un futuro que ella no verá pero que nos toca a todos
honrar.
Querida
María:
Al
enterarnos del homenaje que recibiras en tu país, quiero que te
llegue este
mensaje en nombre de las muchas personas que aquí te recuerdan por los
años que pasastes como artista en el Ballet Nacional de Cuba.
Durante
varios años nos han unido muy bellos momentos de creatividad
artística
que
vivistes en nuestra compañía y que forman una parte hermosa de
nuestra victoria.
Recibe
esta felicitación desde Cuba y un abrazo que te enviamos como
testimonio
María Julia Landa & María Carrera / foto: Laura Valentín
2.
Con intención de recaudar fondos a beneficio del Hospital Oncológico
de PR además de celebrar la vida de María Carrera y María Julia
Landa, Balleteatro Nacional se une a la Liga Puertorriqueña contra
el Cáncer para presentar nuevamente “Huellas de María Julia Landa”. Esta presentación honró a Landa en vida en el
2010 quién pudo inclusó bailar en aquél entonces la narrativa de
su proceso de enfermedad en “Entre cuerdas rotas”. Su
partida el 6 de agosto del 2011 dejó sembrada la semilla de su deseo
de ayudar a los pacientes médico-indigentes en su lucha contra el
cáncer, intención que comparte el Hospital Oncológico Dr. Isaac
González Martínez.
El
evento ocurrirá en el Centro de Bellas Artes de Guaynabo en dos
funciones: Coctel y Gala (6/7:30PM) el sábado 15 de septiembre y
Público General el domingo 16 de septiembre (5:00PM).