Por:
Heriberto Castro
Schhhhutzzzz....
tac, tac, tac. Schhhhutzzzz.... tac,tac,tac...
tac. El sonido de una navaja como parabrisas sobre un simulacro de
espejo ensangrentado se apoderó del espacio, llamando la atención a
un texto enunciado
con una particular cadencia; texto
que coexistía con el sonido rítmico de la hoja afilada contra un
cristal. Como el tic tac del
reloj... el transcurrir
del tiempo y un texto que arrebató
la Sala Experimental Carlos Marichal
del Centro de Bellas Artes de Santurce
el pasado 14 de junio.
Describir
lo que allí aconteció es tarea escabrosa ante el carácter
multidimensional
tanto
de la puesta en escena de Adyanthaya como de la obra escrita por Ramos Otero. Sin embargo, comenzaré por decir que los paralelismos de ambas propuestas se tornan evidentes en la utilización de toda una serie de recursos sensoriales y logran crear toda una atmósfera no tan sólo de entretenimiento, sino de planteamiento y reflexión, a la vez que despiertan el deseo ardiente de conocer la vida y obra de uno de escritores puertorriqueños más intensamente reflexivos, quien fuera exilado al mundo de lo desconocido dada la “persecución” homofóbica de su obra.
de la puesta en escena de Adyanthaya como de la obra escrita por Ramos Otero. Sin embargo, comenzaré por decir que los paralelismos de ambas propuestas se tornan evidentes en la utilización de toda una serie de recursos sensoriales y logran crear toda una atmósfera no tan sólo de entretenimiento, sino de planteamiento y reflexión, a la vez que despiertan el deseo ardiente de conocer la vida y obra de uno de escritores puertorriqueños más intensamente reflexivos, quien fuera exilado al mundo de lo desconocido dada la “persecución” homofóbica de su obra.
No intentaré entrar en el análisis del cuento; me limitaré a describir mi mirada a los aspectos visuales y al movimiento en y fuera de escena.
Esta puesta en escena tiene como comienzo la imagen perturbadora de la tortura, donde el parpadeo de las luces se añade como elemento que trastorna nuestra psiquis, pudiendo incluso provocar el deseo de levantarse y abandonar la sala por pura angustia y ansiedad. Ante lo improvisto del comienzo, el espectador ha de darse a la tarea de calmarse, respirar hondo, observar y rendirse al proceso--entregándose al momento presente. Es allí, desde lo profundo de nuestro esfuerzo que comenzamos a escuchar con detenimiento el texto narrado desde la memoria fiel del cuentista, personalizado por el propio director, Aravind Enrique Adyanthaya.
Es
así como, desde la narrativa, nos
adentramos en
el detalle de los tatuajes del
personaje,
que sirve
quizás como alivio de comedia,
alejándonos de
la memoria inconsciente
que yace en
nuestra conciencia colectiva. La
escena presentada tiene muchos elementos que provocan el aflorar de
imágenes que perturbaron al mundo en el 2004: las fotografías
escalofriantes de torturas ocurridas en la prisión de Abu Ghraib en
Irak.
Montaje/Edición: Ana Martínez
Montaje/Edición: Ana Martínez
La puesta en escena está llena de viñetas visuales ricas en contenido metafórico. Una de ellas es la exploración de la sexualidad y el sentido de identidad a través del “espejo” representado por un muñeco que imita los movimientos de uno de los personajes, hasta el momento en que el muñeco toma vida propia y confronta al mismo. Se escuche el texto narrado o no, el mensaje es diáfano y quedamos embelesados ante la propuesta y el uso efectivo del desnudo.
En ocasiones, la narrativa y los elementos visuales juegan con el tiempo, y la escena corresponde con la descripción de momentos ya pasados. En otras, todo parece ocurrir a la vez... el diálogo de los personajes toma dimensiones reflexivas, enriqueciendo el movimiento escénico y los momentos surrealistas del montaje.
El
schhhhutzzzz.... tac, tac, tac de una navaja contra el cristal. El
amante que llega... una habitación ensangrentada. La provocación
del misterio de la agonía,
el sentimiento del castigo auto-impuesto, la falta de compasión y el
coraje dirigido contra nuestra propia identidad. Todo a la vez y a la
vez nada en la mirada vacía en uno de los momentos más dramáticos
personalizado por Mickey Negrón. Un
acercamiento a su rostro a través del uso del video proyectado en
una pantalla superior... colocando
su rostro en neutro... mientras texturas líquidas representando
sangre corren en
el cristal y el texto acentúa el fatal incidente. El ritmo de la
navaja, el ritmo de
la voz del narrador... lo visual y
auditivo conspiran para estremecer al espectador
haciendo contrapunto entre la narrativa, la sangre que corre por el
cristal (espejo) y el sonido de la navaja,
al ritmo de las inflexiones
cadenciosas del cuentista. La genialidad del
momento.... puede ser descrito como
el mejor “cine en vivo” que
he presenciado. Los elementos
cinemáticos de la obra se agudizan en esta escena:
un rostro lleno de drama, la sencillez
de la neutralidad de la mirada ante el abismo de la decisión
y el encuentro de la muerte llamada. Sin conocimiento del mar de
capacidades de Negrón, admito la impresión que
me dejó un rostro que sin duda
tiene el potencial de cine.
La densidad del laboratorio escénico del “El cuento de la Mujer del Mar” amerita toda la atención de la que somos capaces…la narrativa entrecruzada y la puesta en escena invitan a ser disfrutadas más de una vez, dada la multiplicidad de temas y símbolos, los espejos personificados, la dicotomía entre lo visual y auditivo... entre Nueva York y Puerto Rico... entre la sexualidad y la identidad política y de género. En un montaje rico en contenido y significado que cuenta con cinco actores del movimiento, un espacio sencillo y sin escenografías complejas, “El cuento de la Mujer del Mar” atrapa nuestra atención y despierta asociaciones del inconsciente a través del uso de símbolos, mientras entrelazamos eventos bajo la provocación de la incomodidad o la simple admiración visual.
Al
final.... los personajes invitan al
público a salir de la
sala para presenciar loque
a su vez es representado en un vídeo de los personajes en el Viejo
San Juan. La mayoría
se movió al exterior. Como
espectador, en un momento dado sentí
que la pieza se desvanecía ante un
público que se esparcía
por
la plazoleta del Centro de Bellas Artes
(similitud
con la vida de Manuel Ramos Otero... una vida rica que se fue
desvaneciendo junto
con el gran potencial desparramado...). Pero el cuento continúa
y allí cada cual decidió su final en
una improvisación de la vida misma:
la interacción de los personajes en performance
con el público nos
trajo a la realidad, a lo vivido...
y a la posibilidad de enfrentar nuestros propios monstruos.
La improvisación de Jesús Miranda sugiere una mirada desde la realidad aparte (16/06/13):
La improvisación de Jesús Miranda sugiere una mirada desde la realidad aparte (16/06/13):
Mickey Negrón sale del "disparate" |
Entrenamiento en
técnicas de movimiento:
Entrenamiento en
yoga y danza: Jesús Miranda
Muñeco y
tocados: Deborah Hunt
Sombrero de cabezas de
muñeca utilizado por Mickey Negrón en su improvisación sobre "el
disparate" posibilita la metáfora de nuestros múltiples pensamientos
o personalidades; todo lo que somos.
La presentación continúa el 28 y 29 de junio en el Teatro La Tea en el Clemente Soto Vélez Cultural and Educational Center de la ciudad de Nueva York (107 Suffolk) a las 4:00PM (smarttix.com).
8 comentarios:
Excelente, Heriberto, la vi dos veces en San Juan, y me pareció una adaptación perfecta del cuento de Manuel. Gracias por compartir conmigo este hermoso artículo. Lo aprecio mucho!!!
El título de ese cuento es "El cuento de la Mujer del Mar". Mujer del Mar lleva las M en mayúsculas. A Ramos Otero le molestaba que lo escribieran en minúscula. Me lo dijo. Yo lo entrevisté en 1984 y después lo buscaba a Río Piedras para ir a las Fiestas de San Sebastián de San Juan hasta que pudo.
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