domingo, 10 de julio de 2011

¿Por qué crucificamos a nuestros Mensajeros de PAZ?

por: Heriberto Castro


Ballet Brio en "El Arte de Morir"
(Foto: Heriberto Castro)
Cuando Rodney Rivera nos presentó El Arte de Morir en la Semana Internacional del Baile con la temática del asesinato del atleta Jose A. Vega a manos del policia Abimalet Natal la angustia y el dolor translució en la pieza permeada en la ironía que un joven ayudando a la uniformada fuese asesinado por esta. La ironía del súceso provoca replantearse sobre la vida misma y su significado… para qué estamos aquí.

Nuevamente la ironía nos toca con el asesinato en manos de las fuerzas malignas a un agente de Paz. A través de su poesía invitaba a la reflexión motivando al oyente que la paz es una mejor forma de vida. Cantante, compositor, escritor y dibujante, Facundo Cabral se dedicaba a lanzar coplas de amor hablando de la libertad y denunciando injusticias... y ayer se aconteció lo que tantos vimos como la Gran Injusticia de la Vida. Ayer todos nos preguntamos ¿De qué se trata todo esto? No bastó con ser declarado en el 1996 por la UNESCOMensajero Mundial de la PAZ”... tenía que morir como un Cristo.

Y… ¿DE QUE SE TRATA TODO ESTO? Si la muerte de Cristo nos sirvió para redimir nuestros pecados... ¿de qué nos sirve la muerte de Cabral? Acaso la constante vía del mal requiere que un “representante de Cristo” muera para recordarnos como sociedad ¿dónde estamos parados en relación a lo divino? La muerte siempre nos trae reflexión, pero que duro sentir la injusticia. ¿Cuál es nuestra realidad y qué debemos aceptar? ¿Qué está obstruyendo nuestro camino hacia el bienestar social y la paz? ¿Por qué nos rechazamos, asesinandonos por diferencias futiles? ¿Por qué cerramos puertas a la intimidad del Ser? Si Cabral enfrentó al enemigo interno al superar su pasado liberandose de su propia destrucción, ¿por qué un agente externo lo aniquiló?

Hay preguntas que parecen no tener respuesta... y quedamos a la interperie de nuestra guerra mental buscando un diálogo interno que nos de algún equilibrio ante la realidad. ¿Cómo rescatamos el ánimo ante los súcesos? Siempre lo hacemos... usualmente a costa del olvido, la indiferencia o simplemente no pensando.

Pero es que la vida ya no dá más... tenemos que replantearnos en que mundo es que vivimos y cuán necesario son más Facundos Cabrales en la vida. Realmente vivimos en guerra y no hay matices... El bien y el mal son fuertes contrincantes con caídas en ambos bandos. ¿Qué es lo que debemos cambiar? ¿Cuál es el método para una mejor sociedad? ¿Cómo construir la manera correcta de ver el mundo desde sus cimientos?

Obviamente la educación es vital para esta transformación... pero hemos abandonado el próceso como familia, como sociedad. Uno de nuestros luchadores por eso cambios sociales lo es José A. Vargas-Vidot quien planteá: “El crimen no comienza en el punto, alli se expresa. El crimen comienza en el abrazo ahorrado, en la cuna ignorada, en el libro no leido, en el pupitre vacío, en el silencio de los corazones. Es un fenómeno complejo porque nos retrata por dentro, es el efecto terminal de una herida que nunca ha sanado.

Y si sanar las heridas es un procéso individual, ¿cómo educamos hacia esa ruta? ¿Cómo hacemos refleccionar a las “otras fuerzas”? Solo se me ocurre imaginar que necesitamos más Cabrales a sabiendas que sus vidas pueden ser parte de un plan (divino) donde quizás la vida misma tenga que ser ofrecida para invitar a la reflección. El sacrificio de su vida es quizás parte de uno de sus poemas, decisión de su espíritu cuando se montó en ese auto que sin saberlo conscientemente se convertiría en una confrontación de valores.


Vargas-Vidot dice en relación a su muerte: “porque desearte descanso si el espíritu de un revolucionario ni se sienta ni se acuesta, solo recarga.” Quizás, en la danza de la vida, este bailarín decidió hacerce más liviano... para volar más alto, para alcanzar su plenitud. Quizás, para tener otro aliado desde el otro lado... para que a través de su muerte algunos inicien su viaje a su mundo interior... quizás inclusive a los que causaron su muerte.